ODA A LA NOSTALGIA
Proyectos y proyectos que no terminan en nada, dando vueltas sobre mi misma en el desvarío de mis soledades. De Borges a Vivaldi, de Vivaldi a Nannerl, la hermana de Mozart, que frustrada porque le negaron hacer su música siendo tan bien dotada, le toco conformase vendiendo partituras de su hermano muerto. Así voy sin ser en mí, o tal vez siendo de otro modo, ahora que sin ti camino por los descalabrados días de mi existencia. Sé que doy rondas por el universo de los libros y de las notas musicales, buscándote por entre la lumbre de los siglos, a ver si por ahí te encuentro, tal vez entre el violín que acompañó la voz de Anna Girò desperdiciando su vida a la sombra del sacerdote rojo, solo porque lo amaba. Esculcando aquí y allá, por raticos, te encuentro en el hueco de tu guitarra que tocabas siempre medio sonriente como si ahí se te fuera la vida de felicidad. Tras de ti, y por instantes minúsculos, voy encontrando los caminos que me conducen al Nabucco de Verdi con su mensaje de “Vuela pensamiento con alas doradas, pósate en las praderas y en las cimas donde exhala su suave fragancia el aire dulce de la tierra natal”. Debe ser porque estoy tan lejos de mi patria adolorida con la sinrazón del no entendimiento que nos conduce a un país sin futuro. Voy andando de norte a sur, de sur a norte en un flotar con alas de luciérnaga, buscando con su luz, la melodía o aquel paisaje cumbre que reúne todos los hemisferios del universo y que dejaste tirados en el altar de mis recuerdos. Te encontré en el Negro y violeta de Kandinsky y en su composición X de círculos, puntos y líneas y, bailo, dando vueltas para ti, el Vals de las Rosas de Eugen Doga o Gramofٖón Walts, el nombre no importa,
ese que me arrebata el alma porque me hace sentir tan rosa como ese compas redondo que me lleva como si fuera de tu mano al mundo celestial del más allá. Pero nada me derrite más el alma como la voz de Cohen, cuando recita a su amada “baila conmigo hasta el final del amor”, porque ahí sí me muero de tristeza, esa tristeza que sacude la niebla del alma porque no te tengo cerca para danzar hasta el final del del amor, hasta el morir. La voz de Cohen es un grito sórdido, grave, tan grave como los oscuros silencios que habitan en la casa que ahora muere de mudez sin ti. ¡Cohen! cuánto añoro contigo bailar, con esa voz de seducción que dispara la libido hacia las más altas esferas del placer. Bailo en mi mente contigo al compás del violín, y a la sombra de ese niño que habrá de llegar... ¡sublime! desquicia, al compás del amor. Entonces después de dar vueltas, sabiendo que estas en todas partes y en ninguna, me conformo escuchando la triste melodía de Chopin que se despide de su amada con su nocturno Op. 9 No 2. Seguro que en ella, en esa pieza, él también la buscaba como yo a ti entre bemoles de la eternidad. Hoy seguiré de la mano de Giuseppe Verdi. Me adentraré en el Nabucco, tan nostálgico con su dolor de patria. Es el mismo dolor que siento ahora, por mi patria perdida, por la que no es, por la que no es la que quiero que sea.