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Epistemología Eurocéntrica vs. Epistemologías Alternativas: Alcances de la Distinción


                                                                                        Natalia Bondarenko

La Razón Vulnerada

LA RAZÓN VULNERADA

 

El Maestro Iriarte estudió la obra de Carlos Castaneda durante 20 años y profundizó en el conocimiento de la concepción del mundo y del hombre propia de las culturas precolombinas, particularmente de los indios Yaqui de México. Tal conocimiento le permitió, además, establecer en su obra La Razón Vulnerada contrastes significativos entre las cosmovisiones aborígenes y la cultura occidental a partir de un estudio comparativo entre éstas, el pensamiento de oriente (taoismo, budismo e hinduismo) y algunos de los postulados más sugerentes de la física cuántica y de la mecánica ondulatoria.

Publicada por la Editorial Universidad Surcolombiana en abril de 2002.

CONTENIDO INTERESANTE

 

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"Este hombre lobo para el hombre, atascado en el hastío de sus rutinas domésticas y en la mezquindad de sus egoismos, verdugo y víctima en el huracán de sus violencias, hijo de Dios desde el paraíso, animal racional en definición de Aristóteles, civilizado desde que se convirtió intolerante de sus desatinos y en Narciso frente al río artero de su razón endiosada, acabó perdiendo la sabiduría que era suya cuando aún no había extraviado su origen, su humanidad primordial. A partir de allí se constituyó en dueño, en señor del mundo, en virtud de un poder que nadie le otorgó, y a título de vicario de una divinidad que jamás lo ungió como su heraldo, por cuanto ella, tal como nos la presentan, es apenas hija de sus desvaríos, criatura idéntica a la imagén que el hombre tiene de sí."

La Razón Vulnerada. Página 17.

Incertidumbre del regreso
Poemario

Miguel Torres Pereira

 
 
 
           
      Para crear hay que alcanzar la necesidad de
ingresar en la nada, en la plenitud de
vacío que es la fuente.

 

Otto Ricardo-Torres*

       

 

      Espero hablar sobre el acto poético creador de Miguel Torres Pereira, con mucha modestia y sólo dejándome llevar del sentir que los poemas evocan en mi mente y corazón. Se considera, que el lector implícito, implizete leser, receptor inmanente de una criatura literaria, de acuerdo con lo expresado por Wolfgang Iser, también es un creador porque es este quien le da significado a la obra de acuerdo a su propia sensibilidad y experiencia. La poesía no se escribe para todo el mundo, sino que ella sabe llegar a quien le debe llegar y a quien la puede poseer con intensidad haciendo del poeta y del lector una unidad creadora en la cual ambos se funden en el misterio de la criatura poética.

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      La poesía de Torres Pereira está destinada a seres con profunda sensibilidad ante la experiencia que constituye vivir. La vida, es Karma, en cuanto a la capacidad de uno y otros para encarar sus dificultades y sus múltiples desafíos. Algunos pasan por la vida sin jamás preguntarse por la razón de la existencia y otros, en cambio, hacen de su vida un constante interrogante sobre sus razones y misterios con toda la carga de incertidumbre que se expresa a través de las múltiples dimensiones del arte. Torres Pereira, es de esta última estirpe. Hay un constante cuestionamiento interior con una gran dosis de dolor y un ideal, el de salir de la caverna a la luz, para acceder al conocimiento mediante la liberación de las ataduras y limitaciones de las cárceles de la mente y el cuerpo.

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      En la discreta y delicada sutileza de matices de la obra de Torres Pereira, se vivencia para el lector que recorre similares senderos, sin poderlo expresar, la angustia inherente a la búsqueda de respuestas imposibles de lograr pero que se intuyen, tal vez, por haber habitado los tiempos remotos de luz y conocimiento donde se resuelven todos los por qué. Se trata del Daimon, de la naturaleza que toco ser como padecimiento y trayectoria, de acuerdo a las condiciones de la infancia de esta vida y del universo, que son los momentos que marcan y determinan lo que se llegará a vivir en una tragicomedia de aparentes verdades, luchas, batallas y guerras, algunas perdidas y otras menos.

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      La labor del poeta es des-ocultar la realidad, correr el velo de la ignorancia. Como lo plantea Sklovski, el arte es una manera de experimentar la cualidad o esencia artística de los objetos, de manera que el objeto, en sí mismo no es importante. Acrecentar la posibilidad de percepción, extenderla hasta llegar a aquello que no es posible nombrar, atravesando, si se puede expresar así, el alma o el elemental de los fenómenos. Es la realidad, como lo plantea Heidegger, inventada. Por esta necesidad de re-crear lo existente para verlo desde su otredad es que el poeta debe acudir a formas estéticas propias de un lenguaje que, aunque ordinario, reconstruye nuevos significados. Ante la imposibilidad de decir lo que no se puede expresar con la palabra, el poeta debe re-significar nuevas formas de percepción lingüística, que, evidentemente, solo entenderá el lector que avala el poema con su propio disfrute.

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      Se me ocurre, que la poesía de Torres Pereira, se anida en el subconsciente propio de las intuiciones y las revelaciones que sólo le son dadas a aquellos que, a causa de su sensibilidad, logran traspasar las fronteras de la consciencia inmediata, lo cual les posibilita viajar a zonas desconocidas de luz que alcanzan a vislumbrar, pero que, por designio del numen, apenas sí logran atisbar como pequeñas chispas, que en lugar de apaciguar el espíritu atormentado los condena a la magnificación de un deseo que se puede comparar con la serpiente que hizo caer del paraíso a Adán y Eva. Se trata de una serpiente de tormento enroscada en lo más profundo del corazón y de la mente, que no da tregua, y que inocula día a día el veneno, que no es otro, que el deseo de conocimiento, de entender, de encontrar la razón del nacer, morir y ser, del antes y el después, del aquí, el ahora, y del pasado como presente y futuro, pero yendo mucho más allá, hasta el antes de las cosas, de todo lo existente y lo nacido, hasta el encuentro con el mismo caos cósmico y eterno.

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      La poiesis de Miguel Torres Pereira, es hermana del sentir de Vicent Van Gogh, representado en la quietud en movimiento de su pintura, intuida como el eterno río de Heráclito; es pariente de Edvard Munch, quien ahoga en su Grito, toda la angustia de la humanidad ante la incertidumbre de la existencia; y, a su vez, va de la mano de Friedrich Hölderlin, con su extrema sensibilidad salida de la locura de haber visto a Dios en el intento. Muy cerca, como un familiar cercano, comparte el pensamiento y sentimiento melancólico de la vida de Miguel de Unamuno, con esa hambre de inmortalidad que impregna casi toda su obra. Y, quien lo creyera, También, la poesía de Torres Pereira, lleva la carga pesada de Friedrich Nietzsche, con su andar por el sendero del eterno retorno, temiendo que jamás desaparecerá la angustia del no-saber por los siglos de los siglos, sin final. 

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      Tan universal es la poesía de Miguel Torres Pereira, en toda su obra, magnificada en su poemario, Incertidumbre del regreso, que hasta es posible comparar su poesía con aquella dimensión trascendental de T.S. Eliot, en la cual subyacen elementos sagrados acerca de las razones de la vida y de la muerte, y de la existencia en su totalidad, aspectos estos, que se evidencian en sus Cuatro Cuartetos y, ambos, de manera similar a Unamuno, se adentran en el tema místico, fruto de la meditación, por lo cual, se les hace posible ampliar sus niveles de consciencia buscando nuevos derroteros como respuesta a todos los temores.

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Dice T.S. Eliot, en Miércoles de ceniza:

​

Porque no tengo esperanza de volver otra vez

Porque no tengo esperanza

Porque no tengo esperanza de volver...

Y ahora, en este presente, Torres Pereira, en su poema Naufragio:

Habrá un lugar donde nos espere la luz

revele la memoria

de tanta oscuridad

Acaso mire para otra esquina

niegue nuestra sombra

huya en la incertidumbre de los espejos

en el umbral de esta agua inicial

tal vez el naufragio.

​

Desesperanza, angustia existencial, orfandad de la luz primigenia, del espíritu de donde surgimos humanos. Y siguiendo con el símil:

​

T.S. Eliot, en Cuatro Cuartetos:

Pero el encadenamiento de pasado y futuro,

Tejidos en la debilidad del cuerpo cambiante,

Ampara al género humano del cielo y la condenación

Que la carne no puede soportar.

Y aquí Miguel Torres Pereira, en Incertidumbre del regreso:

Dónde hallar el rastro de la nada que fuimos

si su designio indaga en la orilla de respuestas improbables

si la soledad del grito clama un lugar seguro

la oscuridad que se teje entre búsquedas y exilios

esta sinrazón que nos condena

a la incertidumbre que somos.

​

Ahora T.S. Eliot, en Cuatro Cuartetos:

No aquí, No aquí en tinieblas, en este mundo de vana agitación.

Descenso más abajo, descenso únicamente

Al mundo de perpetua soledad,

Mundo sin mundo que no es mundo,

Tinieblas interiores, privación

Y despojo de toda propiedad.

Desecación del mundo del sentido,

Evacuación del mundo del capricho,

Incompetencia del mundo del espíritu.

​

Y Torres Pereira:

Desde la intimidad del átomo

hasta la ajena inmensidad del cosmos

un yo gravita

indaga en el rastro de la luz

su esencia de negación y sombras.

Buscamos en la arcilla del miedo

el temblor del pájaro que canta

florece en el vértigo

cuando nos lanzamos al abismo

para renacer en la caída.

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      Similitud de almas, tal vez reencarnadas, o, una sola, sufriente, en busca de lo Eterno. Octavio Paz, plantea que la poesía es tensión entre el lenguaje y su incapacidad de expresar lo efímero, aquello imposible de nombrar porque las palabras no alcanzan. De ahí surge la desesperación del poeta, para expresar la noche oscura del alma, del conflicto interior, con el propósito, creo yo, de purificarse y renacer. Se trata de aquel pensamiento que es canto, que es cadencia, lágrima y esperanza. Instantes reveladores, en los cuales se aparece el ángel que alivia la carga del Daimon.

Como lo expresa Aldo Pellegrine, refiriéndose al poema Blanco, de Octavio Paz, “Como Darío y Jiménez, (yo agrego, Miguel Torres Pereira), Octavio Paz siente la nostalgia de la Unidad, y como ellos, la busca en la poesía. Más profundo en su expresión que Darío, Paz logra transformar en palabra la angustia de la búsqueda y el éxtasis del encuentro, convirtiéndolos en una experiencia religiosa personal comparable a la de un verdadero místico. Blanco es el poema de la experiencia místico-poética de Octavio Paz, como Animal de fondo lo es de la experiencia místico-poética de Jiménez; pero esta última no es un poema, sino varios, y no representa todos los aspectos de la vía mística del poeta, sino el encuentro, la unión.” De igual manera, a mi parecer, Incertidumbre del regreso, representa todo lo aquí expuesto por Pellegrine.

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      Y todo esto, a mi entender, explica, que el arte de creadores como los antes mencionados, proviene del olvido. De estar cerrado en el hoyo negro que niega la posibilidad de un volver a ver la luz en plenitud. Me refiero al momento antes del big bang, a ese punto inicial en el que se cree, se formó la materia, con espacio y tiempo, relativo, por supuesto, según lo expresan Mileva y Albert Einstein. Y digo, antes del big bang, porque hubo un tiempo de vacío absoluto y de silencio, y, que como lo plantea Otto Ricardo-Torres, “…vive antes y después del olvido, con seguridad en el olvido del olvido, de aquí para Allá, cuando se vislumbran necesariamente las luces del conocimiento, del saber primordial que proviene de lo no conocido.” Y resulta que eso, lo no conocido, no se puede expresar. Mirar sin los ojos el aura de la chispa divina, la voz del Uno en uno, crea la poiesis. Ser habitante de esta mota cósmica aparente y eterna, el saber como revelación, hace necesario buscar los medios de expresión artística que dan vida a la criatura poética, o al arte en cualquiera de sus formas de expresión. De allí surgen personajes como Rainer María Rilke, o William Blake, y todos aquellos en quienes habita el daimon de la incertidumbre y que tiene prisionero y en alerta, al poeta Torres Pereira, y, reitero, que es de allí de donde nace su poesía, el acto creador que intenta entrar en el vacío de lo que aún es inexistente pero que tiene el potencial de existir. Es mediante la anamnesis, el diálogo del alma consigo misma, que regresamos a la inocencia para descorrer el velo en el cual es posible recuperar el saber anterior a nuestra estancia en la caverna, donde, como refiere Platón, sólo tienen acceso a la luz, aquellos seres humanos ávidos de conocimiento.

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      Reitero, entonces que Torres Pereira, me parece ser reencarnación de estos seres poseídos por la incertidumbre, palabra con la cual titula su libro de poemas. Pero, fijémonos, él nos habla en el título de la Incertidumbre del regreso, lo cual refiere, creo yo, a esa necesidad ya no de morir como proceso final de la vida, sino como una voluntad de regresar a sus orígenes en un irse en el tiempo, como si fuera recorriendo de para atrás toda la línea de su vida, pasando por la infancia, para desnacer después, y Ser de nuevo, una mota cósmica, menos que eso, un polvo imperceptible y, hasta mucho antes, cuando aún el verbo no existía y éramos Uno en totalidad impregnados de la esencia divina.

Y es por eso que Torres Pereira, deja en cada palabra su sensibilidad frente a lo inmediato perceptivo, para transfigurarlo en quejido primero y luego, en un proceso de alquimia, cruzar los eones del tiempo y del espacio para reposar en la cuna del arte, que no es otra, que la Mente todo abarcante o la Vacuidad todocreadora desde antes, inclusive, de ser vacuidad y ni siquiera verbo. Allá, muy lejos, en el Caos primigenio, entendido como antes del principio, veamos:

​

Alguien nos seduce en el vacío del vértigo

canta por nosotros la canción de la hora

en esta garganta estrangulada de infinito

nos antecede en el instante de la negación

sin la verdad del grito del origen

con la incertidumbre del regreso

sin habernos encontrado.

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      Por lo antes dicho, es posible concluir que la poesía de Miguel Torres Pereira, en cuanto recoge la universalidad de la incertidumbre humana, es poesía de Vanguardia, porque es la poética del Allá, del más Allá, del volver y regresar hasta donde no habita la palabra sino el silencio, dejando de lado esa común práctica de querer racionalizar todo, y, por el contrario, volcando en el verso la imposibilidad de explicaciones tangibles y dejándole esta tarea a la luz de la palabra que, para el caso, la transmutó en arte, para explicar lo inexplicable.

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      El discurso poético que encontramos en la obra “Incertidumbre del regreso” se siente como salido de la memoria colectiva que lleva implícito el sentido de trascendencia. En el poema Recuerdos caminados, habita la madre cósmica, pero también la madre de carne y hueso, la madre terrenal y, también, telúrica.

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En la advertencia de este sábado

repito cada huella

cada paso andado

Llueve…

la humedad enmohece el pan recién horneado

un aroma de hierbas frescas

trae tu imagen grandiosa

y bebo en el último sorbo de lluvia

ese trazo de luna

que tejió la aurora en tu trenza…

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      Miguel Torres Pereira, nos lleva desde su mundo preracional al umbral de la divinidad. No nos introduce, sino que nos deja ahí en la puerta, demostrándonos que el sufrimiento que conlleva preguntarnos por el misterio, puede ser la llave que abre el candado de la liberación, que se nos otorga, cuando tenemos acceso a las respuestas que apaciguan toda incertidumbre.

Así pues, quien sienta en sus adentros ansiedad antes el misterioso devenir de la vida inscrita en el tiempo y espacio aparente y eterno, encontrará, con la lectura de la obra, Incertidumbre del regreso, la mano del ángel que por raro designio habita en su portada.

*Ricardo-Torres, Otto. Poética Connativa o Zen, el libro de Samuel, Casa Esenia, 2010.

Incertidumbre del regreso: Un salto de las sombras a la luz

Comentario por Diana Patricia IriArte
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