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LA CASA


Eso es mi casa. Silencio. Tiene cinco puertas de entrada y salida todas hacia el verde mudo de sándalos, naranjos, aguacates, gladiolos, yínyeres, gitanillos, bellas de noche, amarantos, variedades, platanillos, con ellos, la amiga mirra, el mango costeño bebé, crotos, chulas, helechos, orquídeas enanas, mayos, la amiga coca, la sagrada

cannabis, el centinela Ciprés, la menta, la ruda, manzanilla, orégano, limoncillo, yerbabuena, romero, pronto alivio y tantas plantas más, todas vida y luz en absoluto silencio. Mi casa es un callar. Esa es su magia, especialmente de noche, cuando la mudez de la oscuridad lo impregna todo y la felicidad penetra por cada poro de cada plantita y de mi Ser. Ese secreto de la magia de la debo a El güia Suaie (Ignacio Tovar Murillo) un chamán del territorio Muisca, un día que lo vimos todos, como un zombi dando vueltas por la casa, entrando y saliendo, con los ojos desorbitados, buscando la causa del misterio de luz que irradia la casa. Después de un buen rato, cuando creíamos que no regresaría de su laberinto, espetó: es aquí. Y señaló un triángulo que tiene como vértices el Ciprés, un pino canadiense y un naranjo. Este es el centro de poder, dijo, aquí está y el protector de esta casa es el silencio y empezó a danzar y cantar y todos con él, en una ronda paradisíaca. «» Allá muy lejos, una luz parpadea y sé que es Él, mi eterna compañía. Él me trajo acá, a nuestro paraíso, a mi silencio. La luna calla, es mi aliada, cuando alguna noche me tiro en el césped a dialogar con Él.

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